martes, 19 de junio de 2007

Martes 19 de junio, 2007

Vaya ensayo. Esto es un ir y venir endemoniado, del desencanto a la fascinación.

Montamos más de la mitad de la escena entre Diana y Teodoro, además de repasar la escena anterior entre éste y Marcela. Poco a poco, José y yo empezamos a comunicarnos más y mejor (Singer me confirmó esto, e incluso me dijo un 'muy bien' que me cayó de perlas, porque vaya que necesitaba saber que voy por buen camino).

Singer es un gran maestro. Sí, bueno, eso ya todo mundo lo sabe. La razón por la que lo digo ahora es ésta: sabe darle confianza a sus alumnos justo en el momento que más la necesitan (o casi). Ante mi dificultad para reírme en un momento de la escena en el que me burlo de Teodoro, Singer me dijo que no me censurara, que soltara la risa como fuera. Así lo hice y sé que sonó falsa, falsísima. Sin embargo, me dio ánimos, diciéndome que había estado bien, que lo siguiera intentando. Sentí un enorme alivio.

Otra cosa: qué frágil me siento cuando estoy en escena, y qué cruel soy cuando estoy sentada. Si cada vez que me río y juzgo y critico a algún compañero me acordara de cómo me siento cuando yo lo intento, tal vez dejaría de hacerlo.

Gaby leyó el fragmento de Hamlet donde Shakespeare alecciona a los actores sobre lo que deben hacer y lo que han de evitar. Y... bueno, no tengo más palabras. Las suyas son suficientes (Acto III, Escena 2):


HAMLET
Te ruego que recites el pasaje tal como lo he declamado yo, con soltura y naturalidad, pues si lo haces a voz en grito, como acostumbran muchos de vuestros actores, valdría más que diera mis versos a que los voceara el pregonero. Guárdate también de aserrar demasiado el aire, así, con la mano. Moderación en todo, pues hasta en medio del mismo torrente, tempestad y aun podría decir torbellino de tu pasión, debes tener y mostrar aquella templanza que hace suave y elegante la expresión. ¡Oh!, me hiere el alma oír a un robusto jayán con su enorme peluca desgarrar una pasión hasta convertirla en jirones y verdaderos guipaños, hendiendo los oídos de los 'mosqueteros', que, por lo general, son incapaces de apreciar otra cosa que incomprensibles pantomimas y barullo. De buena gana mandaría azotar a ese energúmeno por exagerar el tipo de Termagante. ¡Esto es ser más herodista que Herodes! ¡Evítalo tú, por favor!

CÓMICO 1
Lo prometo a Vuestra Alteza.

HAMLET
No seas tampoco demasiado tímido; en esto tu propia discreción debe guiarte. Que la acción coresponda a la palabra y la palabra a la acción, poniendo un especial cuidado en no traspasar los límites de la sencillez de la Naturaleza, porque todo lo que a ella se opone se aparta igualmente del propio fin del arte dramático, cuyo objeto, tanto en su origen como en los tiempos que corren, ha sido y es presentar, por decirlo así, un espejo a la Humanidad; mostrar a la virtud sus propios rasgos, al vicio su verdadera imagen y a cada edad y generación su fisonomía y sello característico. De donde resulta que si se recarga la expresión o si ésta languidece, por más que ello haga reír a los ignorantes, no podrá menos de disgustar a los discretos, cuyo dictamen, aunque se trate de un solo hombre, debe pesar más en vuestra estima que el de todo un público compuesto de los otros. ¡Oh!, cómicos hay a quienes he visto representar y a los que he oído elogiar, y en alto grado, que, por no decirlo en malos términos, no teniendo ni acento ni traza de cristianos, de gentiles, ni tan siquiera de hombres, se pavoneaban y vociferaban de tal modo que llegué a pensar si proponiéndose algún mal artífice de la Naturaleza formar tal casta de hombres, le resultaron unos engendros: 'tan abominablemente imitaban la Humanidad!

CÓMICO 1
Creo que en nuestra compañía se ha corregido bastante ese defecto.

HAMLET
¡Oh, corregidlo del todo! Y no permitáis que los que hacen de graciosos ejecuten más de lo que les esté indicado, porque algunos de ellos empiezan a dar risotadas para hacer reír a unos cuantos espectadores imbéciles, aun cuando en aquel preciso momento algún punto esencial de la pieza reclame la atención. Esto es indigno, y revela en los insensatos que lo practican la más estúpida pretensión. Id a prepararos.




Tengo pendiente ir a releer algunos pasajes de Stanislavski.

Singer explicó qué es el epifenómeno, según Gurrola (q.p.d.). Se manifiesta cuando un personaje está hablando de algo mientras está pensando en otra cosa. Actores como John Malkovich o Al Pacino lo hacen en muchas ocasiones. Esto da a entender que el personaje es inteligente, y le da cierto aspecto de naturalidad a su comportamiento. Lo probé con una parte de mi parlamento (cuando le pido a Teodoro que me dé consejo para "aquella amiga mía, que ha días que no sosiega de amores de un hombre humilde") y funcionó bastante bien.

Otro detalle que propuse y se quedó: cuando respondo ante la propuesta de Teodoro ("haga que con un engaño, sin que lo conozca, pueda gozarle"), sugiriendo que debería matar al hombre humilde, lo tomé de la corbata y se la ajusté un poco. El gesto le gustó a Singer. Corte y queda.

Todavía tengo pendiente trabajar esto:

1. La parte donde hablo de los antiguos: "Bien dices, que no hay Lucrecias ni Torcatos ni Virginios en esta edad, y en aquella hubo Faustinas, Teodoro, Mesalinas y Popeas". Aunque no hubo comentarios, creo que puedo delinear más la intención y las diferencias entre la primera tanda de nombres (gente virtuosa que defendió su honor con la vida) y la segunda (mujeres dadas al vicio y la corrupción, conocidas por sus amantes y su conducta disipada, jeje).

2. ¡La caída! Nuestra participación terminó cuando Diana-María azotó cual ballena que dejan caer de un helicóptero en llamas. El grupo rompió en una carcajada estruendosa. Me divertí muchísimo. Mañana veré esta parte con Marcela.

3. La memoria del principio de la escena con Teodoro. Son tantas frases cortas y tan parecidas, que se me confunden.

4. Repasar, repasar, repasar.

5. Hacer mis dibujos del trazo.

sábado, 16 de junio de 2007

Viernes 15 de junio, 2007

He hecho un descubrimiento. Todo fue gracias a un comentario de José, sobre la primera escena entre Diana y Marcela. Nosotras (Sandra y yo, al igual que Jazmín y Gaby) estábamos haciendo esa escena a partir del enojo (y los celos) de Diana, haciendo evidente que su molestia era mayúscula. Con esto, Marcela se veía como tonta, contándole toda la verdad a su señora, poniéndose de pechito para que la corriera de la casa. Y vendíamos trama, además, revelando que a Diana le importaba mucho esta relación entre Marcela y Teodoro. Entonces, hicimos una ligera modificación, que a mi parecer queda muy bien con el carácter de mi personaje: Diana finge ante Marcela que, aunque está molesta por lo que ha sucedido, le gusta la idea de la relación, y le vende a la muchacha que ella les va a ayudar a casarse. Marcela cae redondita en la trampa. Diana se aguanta todo lo que siente. Acto seguido, se van las damas y Diana expolta en el monólogo. Ka-boom!

Le presentamos la escena modificada a Viri y dijo que le gusta más que lo anterior. Ahora sólo queda presentársela a Enrique, para que nuestro director le dé el visto bueno. A fin de cuentas, esto va perfecto con todas las indicaciones que ha dado sobre la personalidad de Diana: sabe fingir, es increíblemente astuta, cambia rápidamente de estado de ánimo, se sobrepone a lo que siente (por lo general), sabe conducir las cosas de tal modo que resulten en su provecho. En suma, Diana es maquiavélica.

Jazmín renegó en clase, diciendo que Diana no era maquiavélica. Por respuesta, pondré aquí la definición de esta palabra, según la RAE, que confirma la hipótesis como cierta:

maquiavélico, ca
3. adj. Que actúa con astucia y doblez.

Y, ya que estamos otra vez rondando y perfilando la psicología de Diana, apuntaré a continuación un fragmento de Bola de sebo, de Guy de Maupassant, donde habla sobre el modo de ser de una condesa:

"La condesa, sobre todo, mostró esa gentil condescendencia de las damas muy nobles a las que ningún contacto puede manchar, y estuvo encantadora".

Por cierto: Hernán está fuera del montaje desde el viernes pasado.

domingo, 10 de junio de 2007

Viernes 8 de junio, 2007

Varios sucesos importantes.

Hoy no llegaron Hernán, Lorena e Isha al ensayo. Isha se siente mal. Lorena chocó. Hernán... nadie sabe.

Los actores del elenco B pasaron otra vez la escena de Tristán y Teodoro. La memoria de Tristán, regular, más bien frágil. El trazo, aprendido, por lo menos. Un avance significativo con respecto a la vez anterior, pero... insuficiente. Esto fue más o menos lo que dijo Singer después de ver la escena. Regañó públicamente al actor que hace a Tristán en este elenco, acusándolo de no haber trabajado en casa. El actor se defendió, insultando al resto del grupo: "claro que puedo, y puedo más que muchos del salón".

Después, pasamos nuevamente la escena de Diana con Teodoro. Se hicieron algunos ajustes. Singer me habló de clarificar la intención: que sea más claro lo que quiero hacer. Y vi que yo estaba pensando en algo que no era exactamente lo que debía pensar: yo decía en mi cabeza 'te voy a correr', cuando en realidad Diana está pensando 'te caché'. Afoqué eso y salió un poco mejor.

Nos seguimos con la escena de Diana y Tristán. Mejor. Se hicieron ajustes, también. Aura ya trae el texto de memoria, y ahora sí pudimos jugar.

Y luego pasamos a la escena del Marqués Ricardo con Diana. Y es aquí donde pierdo toda la sensatez, la discreción y el encanto. No entiendo cómo es posible que el actor que debe hacer a este personaje no haya siquiera leído su parte. No sabe lo que dice, no sabe dónde van los puntos y las comas, no sabe nada. Así no se puede trabajar.

jueves, 7 de junio de 2007

Jueves 7 de junio, 2007

Hay tensión en el ambiente. Nos acercamos al final del curso, y apenas estamos trazando el primer acto. Pero no es esto lo que molesta, sino la actitud de algunos en el grupo.

La semana pasada vimos la primera escena entre Teodoro y Tristán. Uno de los actores que interpreta a Tristán (el del reparto B) no estaba en el ensayo, porque 'tuvo que salir de la ciudad por un motivo urgente'. Así que Singer montó la escena con el otro elenco. Nos tardamos más de una clase en esta escena (es decir, más de tres horas). Pero, bueno, a fin de cuentas, había quedado. El problema fue que el martes se presentó el otro actor que hace a Tristán. Singer dijo que ese elenco debía ponerse al corriente, y que después vería la escena ya trabajada. Hoy ocurrió eso: empezamos el ensayo con la escena de Tristán y Teodoro, con ellos. Y no, no estaba trabajada. Paró una vez para decir cómo debía entrar Tristán a escena: el actor que lo interpreta pensaba que venía de haber comido algo en la cocina... cuando Singer le había dicho a Aura, claramente, que venía de haber escuchado chismes sobre los sucesos de la noche anterior, y estaba angustiado, muy enojado con Teodoro. Lo dejó correr una vez más y paró para decirle cómo recibía la entrada de Teodoro. Con esta segunda interrupción, mi nivel de enojo comenzó a subir. Ya no estaba solamente molesta... Me estaba encabronando. Era responsabilidad de estos actores ponerse al corriente. Catorce personas estaban sentadas, viendo por segunda vez cómo debía ser esta escena, y todo por la falta de interés (o la soberbia, o lo que sea) de dos compañeros.

Más de la mitad de la clase se fue en revisar lo que ya se había hecho, ahora con el elenco B. Anoche había pensado que llegaríamos hasta la segunda escena de Diana con Teodoro. Apenas terminamos de montar la escena de Diana con Tristán. Faltaba la memoria del texto. Y cuando quisimos ver la escena del Marqués Ricardo con Diana, oh sorpresa: el actor que hace al Marqués en el elenco A (el mismo que hace a Tristán en el elenco B) no tenía trabajada esta escena. Es decir, no se sabía sus textos. Vaya, no creo siquiera que los haya leído.

No estoy molesta. No estoy enojada. Estoy encabronada. El trabajo de más de diez personas -que han llevado propuestas de vestuario, que se han ocupado de estudiar la corporalidad de su personaje, que han estudiado sus líneas, que han pensado en las relaciones con los demás personajes, que llevan propuestas de utilería, etcétera, etcétera, etcétera- se ve frenado por la flojera, la hueva, la apatía o la franca malaleche de uno solo de los actores. Mismo que, en el repaso que hicimos en la clase de Marcela del miércoles para revisar cuestiones de expresión corporal, se dedicó a aventar bolitas de papel a quienes estábamos actuando. De pronto, me siento en la primaria. El problema es que, en menos de dos meses, tendremos un diploma que nos avala como 'actores profesionales'. Y no, ése no es el nivel de todo el grupo.

No dudo del talento de mis compañeros. Dudo de su profesionalidad. Quizá deberían intentar hacer cine o tele. En el teatro, arruinan el trabajo y el entusiasmo de los demás. Si tan sólo alguien tuviera el valor de correrlos de una buena vez...

Pero, como he aprendido en mis tres años de estancia en CasAzul, aquí no van a correr a nadie. Mientras paguen, mientras hagan como que hacen, seguirán ahí. No vale la pena gastar saliva quejándose. Mejor, a trabajar. Ya me sé de memoria todo el primer acto, y buena parte del segundo. He ido descubriendo particularidades en el carácter de Diana, gracias a los ensayos con Singer y los repasos con Marcela. Tengo detectados los momentos en que no me siento cómoda del todo, como la escena con Marcela y el mero principio de la obra (esos gritos todavía se oyen algo atorados). Sigo buscando alternativas para arreglar esto. Para todos estos casos, me he fabricado un par de reglas a partir de los consejos de Singer: buscar una acción concreta, y relacionarme con el otro.

Tengo pendiente seguir hurgando en las entrañas del primer monólogo de Diana para sacarle más jugo.