Cada día me enamoro más de mi personaje y de la obra. La semana pasada -una de las peores que he tenido en el trabajo en los últimos meses- no pude escribir en esta bitácora, pero tomé apunte mental de lo que sucedió en los ensayos.
El jueves vimos una escena entre Teodoro y Marcela. Teodoro intenta recuperar a Marcela luego que Diana lo ha dejado a él, pero se hace el digno por aquello de que Marcela ya está saliendo con Fabio. Tristán, en medio de los dos, hace lo posible por juntarlos. Gracias a Singer, descubrimos los juegos de estos tres personajes. Matices y más matices. Lo que en un principio era una historia interesante se ha ido convirtiendo en una selva de emociones humanas. En fin. Ese día tenía mucho sueño y tuve que hacer un gran esfuerzo por mantener la atención.
El viernes hicimos un repaso de la obra hasta donde vamos, con los dos elencos. Todavía se sienten algunos huecos, pero hay momentos en los que las cosas fluyen. De inmediato, cuando están las cosas en su lugar, la escena se vuelve interesante y jala la atención del público. Cuando no es así, se empieza a oír mucho ruido en el salón.
Hoy, martes, seguimos con la aparición de Diana después de que Teodoro dice que la Condesa es fea. Además de clases de actuación, Singer nos está dando un curso gratuito (bueno, es más como un 2x1, o un combo super especial a precio amigo) de dirección. En este momento de la obra, por ejemplo, me ha enseñado a no vender trama: Diana se pone histérica cuando está escondida detrás de la antepuerta con Anarda, pero en cuanto sale y se enfrenta a Teodoro, recobra el control y domina la situación. Finge perfectamente. Hacer esto, debo decirlo, es muy divertido. Actuar a Diana me divierte enormidades. ¡Oh, cómo me gusta esta profesión! ¡La gente va a ver cómo yo me divierto! Si yo me divierto, la gente se divierte.
Lo que hace el vestuario... Desde el jueves he estado probando a usar un corsé sobre la blusa. Esto me obliga a mantenerme erguida todo el tiempo. Es una contención física que me ayuda a imaginar el estado de Diana: esta mujer no se puede soltar, aunque quiera. Está amarrada, sujeta, atorada, detenida, frenada, constreñida, atada a fórmulas que no puede romper (porque le da miedo, la verdad). Hoy, martes, Singer me dijo que le gustaba este asunto del corsé porque presentaba a una Diana más fuerte. Sin duda todo el cuerpo se alinea con un elemento de vestuario como ése: la energía no se disipa, etc. Yo he empezado a sentirme cada vez más en los zapatos del personaje gracias a, ejem, las botas que he llevado desde que volvimos de vacaciones. En realidad son las botas y los pantalones (¡que debo reparar porque se rompieron!), la blusa andrógina, la mascada, el corsé... y un anillo. Todo eso me ha ido llevando por lugares que creo que no hubiera descubierto de otro modo. Ahora me falta el peinado, el maquillaje y, antes que esto, hacer más ejercicio para aumentar todavía más mi fuerza física (Diana es, sobre todo, una mujer de enorme vigor físico... con ella, nada de melancolías románticas ni nada: Diana es acción).
Faltan más o menos dos meses para la fecha original en que íbamos a estrenar. ¿Lo lograremos? Apenas vamos a terminar el tercer acto. Ya empezamos a trabajar con Marcela el aspecto físico de nuestros personajes (hoy leímos el primer acto con ella). Tendremos que aumentar el número y la extensión de los ensayos. Hay que tupirle al trabajo. Qué emoción. Si esta parábola de emoción continúa creciendo, siento que el día del estreno me dará un paro cardiaco. Eso o tendré un orgasmo.
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